¡Oh brisa! No dejes de acariciar con tus alas
la casa de mi amada. Y, al retorno, no dejes
de hablar de ella a su rendido amante.
En agradecimiento, hago votos porque, a tu paso,
recojas todos los perfumes de esta primavera.
¡Oh rosa! No te ocultes al pájaro del alba.
¡Toda mi esperanza, oh amada mía! depende
de una mirada tuya. No la rehuses
a este fiel amigo.
Fui un comensal de tu banquete cuando
te alzaste
semejante a la luna nueva. Ahora que brillas
igual que ella, en todo su esplendor,
no me niegues la claridad de tus ojos.
Tu poeta lleva el recuerdo tuyo
hasta el confín del mundo. No rehuses
este viático que implora.
Fuente viva es tu boca de rubí.
¡Habla ya, amada mía!
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