domingo, 28 de febrero de 2010

ENTRE LOS REYES Y EL DIABLO

ENTRE LOS REYES Y EL DIABLO

Lilia Ramírez

Soñaba deslizarme en un patín, pero del diablo. Sin embargo, tal juguete mis padres siempre lo consideraron peligroso, por lo cual, a pesar de mis ardientes peticiones epistolares a los Reyes Magos, el vehículo nunca llegó a mis manos, más bien dicho a mis pies, que se quedaron sin sentir la libertad que sus dos malignas ruedas, procuraban a niños menos protegidos.

Eso me hizo crecer con un hueco en el espíritu no llenado siquiera por la bicicleta de mi hermana, en la que aprendí a montar sola pagando el precio con innumerables raspones y moretes. El año que los Reyes Magos trajeron a la casa esa bicicleta con su hermosa y pronunciada curva que la delataba como bicicleta para niñas, a mi me regalaron una hermosa casita de muñecas, de madera con techo de lámina, cuyas ventanitas estaban adornadas con diminutas y lindas cortinas que después supe, mi madre había cosido. La casita la había hecho mi padre, y no recuerdo un regalo más bello que me hayan dado. Debieron haber invertido en él muchos días de trabajo en secreto.

Además de los juguetes, la tradición de esa noche mágica en nuestra casa era recibir el dulce más preciado de mi infancia: crema de cacahuate. Por aquel entonces no existían tiendas de autoservicio, pues sólo existían los ultramarinos que se despachaban a través del mostrador, y resultaba muy poco probable que mi hermana y yo nos diéramos cuenta que ese producto podía adquirirse como cualquier otro comestible, por lo que ambas considerábamos la crema de maní un manjar exquisito, inasequible por vía humana. Para nosotras era un regalo mágico, obsequiado por los míticos reyes, a niños y niñas bien portados. Pero el diabólico patín, nunca llegó.

Afortunadamente, el cambio de nombre que con las décadas sufrió este artefacto, contribuyó para que a mi nieta sí le fuera permitido disfrutar de él ¡antes de cumplir tres años de edad! El sueño de mi infancia al fin se cumplió a través de mi nieta, y pude disfrutarlo como si el medio siglo transcurrido, hubiera sido sólo una noche de espera ansiosa por la incertidumbre de recibir o no, el regalo.

Mi nieta y yo bajamos a jugar en los jardines del edificio donde vive con sus padres, para compartir de igual a igual su patineta, de cuyo manubrio colgaban hermosas y brillantes cintas de colores rosa y lila que la alejaban definitivamente de la connotación demoníaca. Mientras una de nosotras, en una hermosa banca de hierro forjado pintada de blanco, esperaba el viaje de la otra alrededor de la escalera del multifamiliar, los Reyes Magos delataron, sin quererlo, su presencia, la vecina de la planta baja salió a obsequiarnos una bandeja de galletas untadas de crema de maní.

1 comentario:

  1. BONITA HISTORIA INGE., NUNCA HAY QUE PERDER LA CAPACIDAD DE SOÑAR Y LE AGREGARÍA QUE TAMBIÉN NUNCA SE DEBE PERDER LA CAPACIDAD DE ADMIRACIÓN. LO QUE CONSIDERO LO HACE A UNO MÁS HUMANO. SALUDOS.
    -------------------------> Gabriel Román Balderas.

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